domingo, 17 de octubre de 2010

Faltan 3 días: Una historia de ajedrez

El sábado 16 de Octubre, acudimos a Lalin a disputar un torneo de rápidas en el I Torneo Escolar Portiñas Haley. Se trata de un torneo de rápidas por categorias:
  • Sub 8
  • Sub 10
  • Sub 12
  • Sub 14
  • Sub 16
Con un tiempo de 20 minutos finnish para sub 8, 10 y 12 y de 15+5 para Sub 14 y 16. En esta ocasión han participado 3 de nuestros mundialistas: Mireya Represa y Juan Andres Bayon consiguieron podium en sus respectivas categorías de Sub 10 y Sub 12, pero lo más destacado nos lo deparó Julio Suarez que ganó la reñidísima categoría de Sub 16 con tan sólo 12 años. Enhorabuena a Julio, su familia y su club Fontecarmoa de Villagarcía.

Sin embargo, lo que querría contaros va más allá de la gesta de Julio Suarez que nos acompañará durante este mundial de Halkidiki. El hecho sucedió en el torneo Sub 10. Tras la 1ª ronda, los dos mejores jugadores de la categoría se enfrentaban en la 1ª mesa. La partida resultó ser muy igualada y se llegó a un final de peones. El tiempo iba bajando: 25..20..15..10..3. Cuando les faltaban 3 segundos, uno de los jugadores acababa de conseguir coronar con dama. Sin embargo al otro le restaban varios peones y en 3 segundos era harto difícil que se consiguiese llegar al mate. Lo que ocurrió a continuación os lo podéis imaginar: las jugadas se sucedieron una tras otra con las piezas volando y las manos corriendo de las piezas al reloj. A uno de los jugadores se le cae la bandera, en el fragor de la batalla el árbitro parece decir que acaba de perder la partida (¡sólo el rival lo puede hacer!), el 2º jugador realiza su jugada y, ¡oh sorpresa!, al "machacar" el reloj, este se apaga. ¿Resultado?. Con unas 20 personas viendo la partida, el árbitro decreta que dado que se le había caído la bandera, las negras (el 2º jugador) ha ganado.

El jugador de blancas sale llorando. Sus años de experiencia no le impiden que las emociones salgan a flor de piel. Y es entonces cuando ocurre el hecho a la par insólito como loable. El padre del jugador de negras, que ha podido vislumbrar el final, intenta aclarar lo sucedido. ¿Reclamas?, pregunta. ¿Tu que viste?, intenta preguntar para aclarar posturas. Las explicaciones y preguntas se suceden y nada parece demasiado claro. Al final, a sabiendas que perjudica claramente a su hijo, solicita al árbitro que de la partida por tablas. El árbitro (que es a su vez el organizador del torneo) accede a la petición y la partida termina con igualada: medio punto para cada uno.

He querido contar esta pequeña miniatura de ajedrez para que nos sirva de reflexión a todos los que acompañamos a nuestros hij@s a los torneos de ajedrez. Todos sabemos muy bien que las partidas, los puntos, los torneos y los trofeos se deciden por detalles ínfimos, en ocasiones por décimas de segundo o por decisiones límite. Sin embargo, no debemos de olvidarnos que, más allá del juego y de la excitante competición somos padres de unos hijos a los que estamos educando. Si nuestros hijos nos ven comportarnos como lobos que buscan el mínimo atisbo de duda para aprovechárnos o nos ven hacer trampas o si nosotros aplaudimos que se hagan o admitimos engaños, de la misma manera obrarán ellos en su vida. Sin embargo, si nos ven impartir justicia, si nos ven analizando, observando, oyendo y comprendiendo, de la misma manera ellos se comportarán de manera ejemplar en su vida. Nunca mejor que hoy la frase aquella de tal palo tal astilla.




Para terminar decir que el jugador de blancas acabó ganando el torneo y el de negras quedó en 4ª posición, sin embargo la lección que recibimos fue la verdadera vencedora del torneo. Gracias.


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